Me llamo Andrea Castro, al menos ese es el nombre que me dieron mis padres, pero no por el que se me conoce de 3 años a esta parte: Kimbah.
Estudie biología, por la rama de etología( comportamiento animal), centrándome en los primates. Terminada la carrera, con excelentes notas, conseguí una beca de investigación para marcharme a la selva africana, al Congo, donde estudiaría el comportamiento y vida de los gibones. Durante 3 meses estuve observando que el número de gibones parecía descender, y a la vez su comportamiento se volvía más agresivo. Cogiendo muestras de su sangre pude analizar que presentaban un extraño virus, desconocido, que me inquietó enormemente. En este tiempo tampoco logré descansar plenamente ya que extraños sueños me perturbaban cada noche.
Un día, unos nativos me comentaron que se habían visto numerosos gibones en una zona determinada, pero que ellos no me acompañarían, pues era una zona maldita. Sin creer en esas cosas, un día cogí mi jeep y me adentré en el lugar. Continúe andando y pude observar cómo efectivamente había muchos individuos y su comportamiento parecía del todo normal.
Pero de repente algo llamo mi atención: entre las espesas raíces pude discernir una pared de piedra. Me acerqué y cuando me dí cuenta me había caído por un agujero y llegado a una especie de túnel. Comencé a caminar hasta llegar a una plaza enorme de piedra y me quedé maravillada cuando vi que había muchísimos monos de una especie hasta ahora desconocida. Eran pequeños, de color negro con rayas blancas en el rostro y en los costados, y su agilidad era asombrosa. Saltaban grandes distancias y extendían sus patas a modo de planeadoras.
En la plaza había 5 grandes esculturas de monos. Encima de ellas unas letras: Kimbah Yeekaah (templo de los monos en Kikongo). Apoyado a los pies de la figura central, un brazalete dorado parecía llamarme. Me acerqué al brazalete, lo cogí y cuando me di cuenta desapareció de mi mano para adherirse a mi antebrazo. Me asusté mucho. Traté de sacármelo pero no fui capaz, y corrí hacia mi jeep. Iba tan nerviosa conduciendo que no vi una gran raíz que hizo que el coche volcara, y no sé de qué manera, con unos reflejos y agilidad increíbles, logre saltar hasta posarme sobre una rama. Bajé y volteé el jeep con una fuerza desconocida para mi, y regresé al campamento. Al llegar me di cuenta de que no estaba sola, un pequeño mono negro me acompañó en el camino y hasta ahora somos amigos, se llama Bubi.
Estuve un año y medio más en el Congo hasta que me echaron. Me convertí en molesta pues descubrí que eso que les aquejaba a los gibones era el resultado de experimentos de Hidra para conseguir una nueva raza de secuaces.
Volví a mi país. Fui incapaz de quitarme el brazalete, ya forma parte de mi. Poco a poco voy descubriendo y perfeccionando mi nueva condición. Trabajo en la universidad y lo compagino con mi otra vida como Kimbah, vengadora del mal.
No esta mal,va a quedar un grupo bastante bruto.
ResponderEliminarLos malos tambien tendrán que estar a la altura,MAGNETO,THANOS O DOCTOR DOOM.